viernes, 8 de abril de 2011

Bertolt Brecht frente al Carnegie Hall

Por Héctor Palacio @NietzscheAristo


Caminar es más que una necesidad funcional o un mero ejercicio. Es en un disfrute que cuando se prolonga inclusive hasta el agotamiento, linda en las regiones de la embriaguez. Una variante de la exaltación de los sentidos que no requiere el consumo de estimulantes. Se puede caminar donde sea, pero si se realiza en las casi perfectas aceras de una ciudad como Tokio o las excelentes de Nueva York (París tiene sus bemoles, lo mismo que Roma y Berlín, aunque son aún estupendas para la caminata; la ciudad de México, salvo un mínimo porcentaje de avenidas, es prácticamente intransitable), el goce es mayor. Mas en Tokio podría uno extraviarse en las incontables ramificaciones de estrechos callejones que como antiquísimos tentáculos se prodigan desde las arterias mayores, o en la primera instancia indescifrable simbología del Hiragana, Katakana y Kanji. Manhattan, en cambio, aunque París ocupe un intelectual lugar de privilegio, es la ciudad más fácil del mundo para el caminante incansable. El que no se detiene aun ante la protesta del cuerpo. Porque hay una voluntad que es motora de la acción. Y hay un pensamiento que emerge sobre la acción.

Manhattan es a todas horas, pues nunca duerme, se ha dicho, una posibilidad. Y las posibilidades se toman inclusive al costo de los riesgos. ¿Pero qué es la vida misma sino el riesgo superior? Así, con un buen par de zapatos, abrazo las posibilidades y me arrojo a las calles sin pensarlo demasiado.

La otra noche caminé y, como siempre, la sorpresa que suele saltar en cualquier esquina, apareció como un gato, ágil (extrañísimo ver un minino callejero por aquí, pienso ahora en el gato de Breakfast at Tiffanyi’s de Capote, perdiéndose hacia el final en la lluvia sobre la Avenida Lexington). Inusual encontrarse con gente manifestándose en las calles de Manhattan (a excepción de Union Square donde la protesta es común), que no son las del Distrito Federal o París. Me detuve una más de las tantas veces en esa esquina que forman la Calle Cincuenta y Siete y la Séptima Avenida. Frente al Carnegie Hall un grupo de personas (setenta dijo la prensa, tal vez un poco más, sin llegar a cien), explaya lemas al unísono, entona canciones a manera de consignas, se une ya un trompetista, un violinista, un percusionista, a la melodía cuya letra tiene como objetivo a la Orquesta Filarmónica de Israel (OFI) y Zubin Mehta, su director: Don’t Harmonize with Israeli Apartheid

La OFI ha sido descrita en su reciente gira por los Estados Unidos como “embajadora musical” de la Brand Israel Initiative, que pretende dibujar una cara amable de ese país ante el desprestigio internacional ganado a pulso a raíz de la opresión que inflige al pueblo palestino. Es decir, además de ejecutar los instrumentos y las partituras, a la orquesta se le ha cargado con una tarea de propaganda. Los activistas -civiles y artistas- de “Why do I boycott Israel…?”, además de especificar su postura en contra de las campañas “culturales de distracción”, del whitewashing (blanqueado), la colaboración entre la OFI y el ejército israelí, contra la impunidad por la ocupación y acoso a Palestina, el Muro Apartheid (otro más), la invasión de Gaza y el asesinato de niños en 2009, tienen como colofón una sólida frase de Bertolt Brecht: “For art to be ‘unpolitical’ means only to ally itself the ‘ruling’ group” (“Que el arte sea ‘apolítico’ significa solamente aliarse por sí mismo al grupo dominante”).

En suma interesante el planteamiento del grupo manifestante a través de la cita a Brecht, el autor teatral alemán cuya obra tuviera un definido cariz político a través de la exposición objetiva en escena de la problemática social. Objetivismo que se convertiría en un arma crítica sin que el arte del dramaturgo se convirtiera en ideología. He allí el reto. Siempre se quiere pensar el arte como un fenómeno apolítico, nada más lejano de la realidad. Porque al momento de renunciar a la crítica, el arte y señaladamente el artista, convalida al stablishment, cual sea que éste sea. Es decir, se ha tomado partido. Obviamente que un ejecutante musical, el pianista, violinista o cantante, al momento del acto artístico, expresa básicamente su virtuosismo estético y/o su expresividad artística, pero, ¿qué revela su pensamiento, su postura ante los acontecimientos cotidianos? Naturalmente que no se trata de crear o expresar ideas sobre el arte por consigna, pero lo contrario, el silencio, manifiesta la otra cara del fenómeno de la filiación política, en este caso, la del artista “apolítico”, el cómodo o complaciente rostro de la satisfacción.

En una sociedad con regularidad democrática el ideal es que el artista se exprese libremente, inclusive sin que jamás pronuncie una idea abiertamente política, porque se supone que el mecanismo social goza de buena salud. Sin embargo, en ciertos momentos históricos, en ciertas circunstancias críticas de los países, ¿no es acaso deseable que se sustenten posturas definidas y que, sobre todo, la sociedad reciba el beneficio de sus mentes más brillantes y de sus artistas más lúcidos? Nada más penoso que un artista silenciado, sobre todo por cuenta propia. Porque se puede tal vez comprender el temor a no ser contratado, a ser excluido del sistema o que el mimado del régimen calle por conveniencia, pero, ¿no es acaso particularmente triste que el artista enmudezca por ignorancia y, sobre todas las cosas, por voluntad propia, por infinita apatía y mezquindad?

En México, la caracterización política del artista es el mutismo. Causas:

Privilegios, el de aquellos que siempre están en la escena; “siempre son los mismos, suele decirse, no se da oportunidad a otros”, tienen “contactos” y/o “palancas” y por ello nadie los releva (independientemente de sus talentos).

Temor, a no ser llamados, contratados, tomados en cuenta.

Esperanza, a ser llamados, contratados, tomados en cuenta. Esperan el ring del teléfono. ¿Sonará?

Ignorancia, contra ella nada se puede y, paradójicamente, no es poco común en el medio artístico.

Apatía, el mezquino desinterés de la abrumadora mayoría. Ya sea porque defienden una plaza, un contrato o porque les vale madre lo que pasa en el país.

Con el subterfugio de que el arte debe ser apolítico, se calla. Y en gran parte hay razón para el mutismo. El sistema mexicano excluye al artista pensante, al crítico. Los burócratas culturales funcionan como censores, la institución y el presupuesto que controlan lo consideran de su patrimonio y lo distribuyen, antidemocráticamente, a discreción, para acariciar a los amigos. En los estados inclusive se desvían recursos para campañas políticas de candidatos a lo que sea. Pero, ¿no ganaría más el artista al tener una clara definición política, especialmente cuando no le cabe esperar nada, cuando está expulsado de la élite, cuando el país se encuentra en crisis y requiere del compromiso y la acción de toda la sociedad?

Escritores, intelectuales y académicos, salvo los francamente plegados al poder, han tomado desde antes de 2006 una postura decidida y han dado su apoyo crítico al único proyecto que en México procura el cambio y que en 2011 se identifica como Movimiento de Regeneración Nacional, MORENA. ¿Cabría esperar lo mismo de los músicos, cantantes, bailarines, actores, pintores, etc., que aspiren a un México mejor, vaciado o cuando menos tratado en contra de los peores males: la corrupción, la impunidad, la injusticia, la salvaje e inhumana desigualdad? Sí. Y con ello imaginar un México que sea, contrario al de los que se han arrogado los privilegios, un país para todos.

Me he despedido ya de algunos de los manifestantes enjaulados, acotados por las vallas metálicas de la policía neoyorquina, y a estas alturas en que tenazmente prosigo la marcha por las calles y avenidas al ritmo denso y ligero de mis músculos, pienso en las condiciones y circunstancias de los artistas mexicanos en esta época crítica y, sobre todo, en el arte de Bertolt Brecht como un extraordinario modelo de creación y compromiso objetivo que nos mira ya sea con desdén o simpatía; la de la solidaridad con nuestras ilimitadas posibilidades de horizontes.

P.D. Con solidaridad y aliento para mis amigos japoneses en momento tan difícil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario